27 sept 2008

O se va ella... o me voy yo.

Cuando descubrí por enésima vez todas mis pinturas por el suelo decidí entrar en el salón, donde estaban mi compañera y mi hijo. Pensé echar mano de las técnicas teatrales aprendidas en la escuela. Con los dedos me apreté con fuerza los ojos, lo suficiente para enrojecerlos y que las lágrimas hicieran su aparición. Tenia que ser lo mas convincente posible. La situación lo exigía. Respiré hondo y me planté delante de ellos con gesto abatido y triste. –No puedo seguir así. Esto se tiene que acabar.- Dejé caer un suspiro de dolor y ya casi gimiendo proseguí. –No podemos vivir bajo el mismo techo, o se va ella o me voy yo…- .Mi hijo se abalanzó sobre mí llorando, él no fingía, lo hacía amargamente con lágrimas de las de verdad. – ¡Por favor aita, no lo hagas, no... no te vayas!-. Aquello me desarmó por completo. Mi hijo de ocho años, estaba dispuesto a que si alguien se tenía que ir, ese fuera yo. Mi compañera me lanzó una mirada asesina, mientras negaba con la cabeza, y aunque no pronunció ninguna palabra, pude oír en mis oídos- ¡Eres un cerdo!-. Entonces lo vi claro. Muy a mi pesar, la gata seguiría viviendo con nosotros.
JOSU

1 comentario:

Paco Achaval dijo...

Es asi mi amigo!, seguramente no leistes la letra chica en tu contrato de matrimonio. Si te sirve de consuelo, convivo con cuatro de esos problemas; son los autenticos dueños de mi hogar y de los mejores almohadones.