28 oct 2011

DEL VIEJO REYNO Y LA CULTURA CONTEMPORÁNEA

 (extraido del semanario 7-k)

Texto: Iñaki Arzoz

La visita que la ministra española de cultura Ángeles
González-Sinde –célebre por su ley antidescargas y sus peligrosas
amistades con la SGAE– realizó en enero a Iruñea para
apoyar las conmemoraciones del 2012 –Batalla de las Navas de
Tolosa (1212) y conquista de Nafarroa (1512)– marca la
visión institucional de la cultura en Nafarroa. La ministra, flanqueada por
Miguel  Sanz y Juan Ramón Corpas, declaró que era consciente de los
«compromisos (de Nafarroa) con la modernidad», pero que «no
desaira su historia ni olvida su pasado» y que las cadenas
del escudo de Nafarroa «son de oro, no son de hierro, son de unión y
ya no son las cadenas de la esclavitud ni de la sumisión, deben  ser de fortaleza
y no de desconfianza» y, finalmente, que «una comunidad
de régimen específico puede ser ejemplo de progreso y de
modernidad sin renunciar en nada a su idiosincrasia y sin enturbiar la
convivencia de distintas sensibilidades».
Toda una manifestación de calculada ambigüedad para
sancionar –muy en sintonía con el pacto PSOE/UPN– que Nafarroa viva
anclada al pasado, en eterna conmemoración de su manipulada
identidad histórica y, por tanto, hasta ahora al menos, en
un desprecio casi absoluto por la realidad viva del viejo Reyno: una
emergente cultura contemporánea. Porque, mal que les pese a nuestras
autoridades culturales, Nafarroa es algo más que la
retromodernidad rampante y una cultura «eventista» para alimentar el
turismo festivo y religioso, acaso un presente multiforme, lleno de
inquietudes y expectativas.


El lento despertar de los planes culturales. Pero  esta Nafarroa
culturalmente dormida o durmiente, acunada durante décadas
en los vigilantes brazos del Morfeo institucional, hace apenas
un par de años ha empezado a despertar, bostezando planes y
proyectos. Y hemos pasado a un cierto frenesí en torno a la industria cultural,
dominado por el arte de la improvisación.
Al calor de la tendencia de las ciudades culturales y del
modelo Barcelona se han empezado a proponer planes culturales tan
ambiciosos como problemáticos. Los más significativos: El ‘Plan de
fomento del arte contemporáneo’, iniciativa del Gobierno de Navarra
y el ‘Plan Estratégico de Cultura de Pamplona’, impulsado
por el Ayuntamiento de la capital, introduciendo ambos como
novedad cierto nivel de participación.
El primero, a partir de un boceto inicial y con la colaboración de
algunos agentes culturales, se centra en la reestructuración de posibles
espacios, pero ha quedado pendiente para la actual legislatura.
El segundo se ha presentado a bombo y platillo en junio y
pretende marcar el rumbo cultural de Iruñea para los próximos 10
ó 15 años. A partir del naufragio de la candidatura de  Iruñea a la capitalidad
cultural 2016, el plan pretende hacer de la necesidad virtud,
abriendo un amplio proceso participativo e invitando a los
agentes culturales y a la ciudadanía, pero que permanece,
en su diseño y su elaboración, bajo estricto control. En opinión del grupo
local de cultura del 15M que ha denunciado sus limitaciones, es preciso que este plan «revise, amplíe y mejore su proceso participativo,
para que sea real, no sólo deliberativo sino resolutivo,
informado,transparente y evaluable, incluyente e integrador,
sostenible económicamente, basado en un consenso a todos los niveles
y con continuidad en el tiempo». Esto es, un proceso de
participación efectiva gestionado por la ciudadanía, que contemple sus
verdaderas necesidades, más allá de los intereses del Ayuntamiento.


En la era de los recortes.No obstante, este tardío  interés por sembrar
una incipiente industria cultural ha chocado al primer
impulso, frontalmente, con la dura coyuntura de la crisis. Justo
cuanto más necesario era aprovechar el cambio de actitud
institucional, se han puesto a funcionar a pleno rendimiento las tijeras
de podar gasto social. Y, obviamente, la cultura ha sido la primera,
inocente pagana, del desastre. Lo lamentable es que la cultura
contemporánea era ya un sector depauperado y jibarizado que ahora no va a
poder iniciar una recuperación en condiciones, ni siquiera
para cumplir los planes institucionales.
Así, ya en los presupuestos para 2011, Cultura y Turismo es
el sector que sufre el mayor recorte (un 12,5%) e
instituciones emblemáticas, como la Fundación Oteiza, ven mermadas sus partidas, e
incluso una cita tan significativa como el festival de cine  documental
‘Punto de Vista’ es eliminada con la vaga promesa de volver
como bienal. Al tiempo, la red de pequeños museos locales
como el Gustavo Maeztu de Lizarra bordea la ausencia de
programación y otros, más pequeños, directamente el cierre.
Por otra parte, se abre una doble expectativa en el ámbito
artístico. El Centro de Arte Contemporáneo de Uharte, de nuevo tras un
polémico proceso de elección de su director –cuestionado
por la Plataforma Arte Contemporáneo Navarra– abre una nueva etapa
que aspira a normalizarlo definitivamente, mucho nos
tememos (y ojalá nos equivoquemos) que de acuerdo con un modelo
convencional que haga las veces de centro de arte contemporáneo navarro.
Y, en breve, Moneo empezará a levantar el Centro de Arte
Contemporáneo de la Universidad de Navarra, una de las
apuestas más extrañas del panorama actual: un centro de última
generación gestionado desde una ideología ultraconservadora. Una
paradoja, y todo un experimento.


Los restos pendientes. Tras las elecciones forales se inaugura una
nueva legislatura de incertidumbre para la cultura. Y a sus responsables
poco les ha durado el crédito de contar con un perfil más
amable. Mientras a los mandos de los resortes del poder se
hallen los verdaderos poderes fácticos, todo cambio que se
emprenda será superficial. Para muestra, el nombramiento del director del
Teatro Gayarre, pequeña parcela de poder que, a pesar de la
connivencia por conveniencia UPN-PSOE, se disputan ambos partidos.
Veremos más batallas soterradas por el pastel cultural, como la del
Museo de los Sanfermines, la joya de la corona, paralizado y sin
fecha. No obstante, más allá de intrigas palaciegas, la situación
de la cultura en Nafarroa poco ha cambiado. Del sueño al
despertar, de la incuria a las promesas y, entre tanto, la cultura
contemporánea de Nafarroa en el aire, sin espacio ni presupuesto para
desarrollarse.
La ciudad bulle en iniciativas alternativas que no encuentran cauce en lo público y que se desbordan
hacia lo reivindicativo. La Plataforma Arte Contemporáneo Navarra, por ejemplo, busca
construir un Artlab, la Etxe Komunala emplazar un centro social autogestionado, la red de teatro
amateur una nueva implantación local…
Y son estas y otras iniciativas las que plantean desde abajo recoger la verdadera sensibilidad
contemporánea de Nafarroa, conectando sus bases al flujo de la globalización, apostando por el
mestizaje transversal de artes y disciplinas, abordando temas tabú como la cultura popular, el
euskara, la cultura libre, el papel de la mujer o la migración o la gestión participativa…
Este es el reto real de la cultura contemporánea de Nafarroa: cómo materializar, entre el posibilismo
de la negociación institucional y la creación de oportunidades, la autonomía creativa y económica en la ciudad contemporánea. Frente a esta realidad efímera y clandestina pero viva que aspira a su reconocimiento y al empoderamiento, sigue tenazmente la reconstrucción del pasado. Iruñea, ciudad-fortaleza que
re/deconstruye sus murallas, es el síntoma de cierta obsesión culpable por el pasado histórico.
Se avanza a buen ritmo en la restauración de los revellines  de la Ciudadela y se inaugura el Centro de Interpretación de las  Murallas, se multiplican los eventos históricos o artísticos como ‘La  muralla nómada’… Hasta la estética de los centros culturales se  muestra como posmoderna refundación del castillo; el modelo es el hosco Baluarte de P. Mangado, pero el Archivo General, el Centro de Uharte, la Fundación Oteiza, las nuevas casas de cultura, bajo el paradigma de la torre defensiva, parecen vigilar la llegada
de lo contemporáneo a Nafarroa. Se le cede hospitalariamente el
paso (nunca antes se habían levantado tantos puentes y ascensores públicos en torno a la ciudad) pero las murallas del viejo Reyno siguen en pie y se multiplican, quizá para encerrarla…

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