Suena triste. A ruidos internos, al latido y a veces ensordecedor latido propio.
A horas de soledad frente a los espejos del alma, proyectando palabras contra un
monitor de 19 pulgadas.
Suena a sueño, suena a necesidad.
Querer
fundirse en el cielo y sentir la metamorfosis hombre-pájaro.
Es tan reconocible,
¿a quién no le ha pasado?. Y a la vez es tan personal, tan propio.
Hablas
de gritos y cristales rotos, de liberación...
Y de lluvia en el
alma.
Yo tambien sentí la necesidad de esos gritos, y tambien me empapé
de esa misma lluvia. Y lloví tanto, que casi me ahogo.
Cualquier día
decidiras abrir nuevamente la ventana. Y tienes razón, tienes que estar atento,
pero no a tus ruidos ni a tu lluvia. Estate atento al ruido de la vida, y
entonces si, lánzate a ella. Sin miedo, amigo. La vida tiene los brazos fuertes.
PD: Como comentario a un inquietante texto escrito por Roberto Hinojosa en su blog Járiga
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