Hay enhebras, pelusas, motas de polvo que flotan en el aire y se dejan ver ante la luz de los focos.
También hay nervios, respiraciones contenidas, miradas que van hacia arriba y hacia abajo como las enhebras, buscando el personaje, el texto, la réplica, la acción. Todo lo que en su conjunto haga posible el surgimiento de la magia.
Tengo una pierna entumecida y temo que en el siguiente paso que vaya a dar se note. No recuerdo bien la próxima frase. Desastre. Efectivamente. Me he tropezado, con la pierna y con la voz. Y además he acabado la frase con el punto hacia arriba. Para variar.
No, no estoy nervioso, me digo, las gotas de sudor son culpa del calor de los focos y el tembleque de las rodillas le va muy bien a mi personaje, o eso espero.
No recordaba que esta escena fuera tan larga. Diez minutos. ¿Diez minutos?. Juraría que llevábamos media hora.
Veo a la directora de reojo, tiene los ojos achinados, el entrecejo fruncido, contenida, tensa como una flecha en el arco, segundos antes de dispararse. La escena acaba. Y sale la flecha. Precisa, precisa y concisa. Va viniendo.
Todo se ha notado, el temblor de mis rodillas, la voz sin voz, la acción perdida, la réplica confusa y confundida, la frase mal acentuada y la equis sin pronunciar.
Y mientras espero que la flecha penetre por mis oídos, respiro y suspiro y vuelvo a respirar.
Llueve. No ha llegado a ser chaparrón, digamos que una tormenta pasajera.
Después de todo parece ser que no no ha estado tan mal. Pero la magia se quedó en el umbral. Tímida, -"a tan solo esto de llegarla a tocar"-, nos dice la directora, acercando el dedo índice y pulgar de la mano.
Nos vamos. Y al apagar los focos las enhebras flotantes desaparecen en la oscuridad. -¡Encended un mechero que no veo!-. Alguien me alumbra con el móvil. Nadie fuma. Eso me hace sentir viejo.
Ya en casa , junto a la estufa, el calor del café, y el cigarro pausado, recuerdo todo y sonrío.
Y arde de nuevo en mi interior la necesidad, la adicción, las ganas terribles de volver, convencido de que lo podemos hacer. De que es posible.
Cuento las horas para volver al ensayo. Para intentarlo de nuevo. Para invocar la magia, y poder sentirla.
Por que con solo una vez que la sienta , -sintamos-, ya todo habrá merecido la pena.
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