Patético. Lo sé, no tengo perdón.

Me es difícil escucharle entre todo el murmullo que provocan los asistentes. Ella mira el cuadro, como solo lo miran, este tipo de gente, por encima de las gafas, con las gafas puestas, y sin las gafas. Yo intento hacer lo mismo, como no tengo gafas, me pongo la mano en la barbilla, con el dedo índice sobre los labios. Me la pongo y me la quito, a la vez que me acerco y me alejo del cuadro, un pasito hacia adelante, un pasito hacia atrás. Ridículo, lo sé y más teniendo en cuenta que el cuadro en cuestión, es un lienzo minúsculo pintado de negro, con una pequeña rallita blanca en el centro, vamos que ver, ver, se ve en un pis-pas. Llevamos más de diez minutos mirándolo.

¡Es genial!, me dice. Sí, le contesto, mientras miro el cuadro con una cara de mucho interés, realmente es genial, le subrayo. Me sonríe, creo que le he causado buena impresión.

-Se parece mucho al trabajo de Helmunt...¿Indudablemente conocerás a Helmunt?, me pregunta.
Me quedo en duda unos segundos, tengo que pensar rápido. Si le digo que no, la puedo decepcionar y evidenciar que soy bastante ignorante en todo esto, lo cual, aunque yo pinte algún cuadro, tiene mucho de cierto...si opto por el sí, fijo que me pongo rojo, comienzo a sudar y a balbucear, síntomas delatores de que estoy mintiendo...

-Si, claro...
¿Por que narices digo “claro”?, hubiera bastado con un pequeño si, y apto seguido siempre hubiera tenido tiempo para cambiar la conversación. No obstante , parece que mi “si, claro...” ha despertado todavía más el interés de ella por mi.

-Existe un parecido excepcional, sobre todo en el planteamiento conceptual de la obra. ¿No te parece?.
Me lo dice buscándome la mirada, que yo ya hace rato he optado por clavarla en el dichoso cuadro, de tal manera que ya me duelen las cervicales. Le digo otra vez que si , intentando que no perciba mi rubor, ni el sudor que voy sintiendo bajar por mi frente. Sé que a estas alturas estoy obligado a decir algo más inteligente que solo afirmar lo que ella dice.
-He,munt, digo, Helmunt, remente, digo, realmente es artasti imprenasiante.
-¿Que has dicho?
Toso, mientras busco en mi bolsillo un pañuelo de papel para secarme el sudor que ya esta esquivando mis cejas, me lo paso por la frente, y veo que ella me observa con una mirada de extrañeza, me estoy secando la frente con un billete de cinco euros arrugado. Lo guardo.
-Eso, que es imprenasiante, digo, impresinante, ...
-¿Ah? Impresionante, si, si era impresionante Helmunt. Lástima que muriera tan joven...
Mejor, pienso, así no habrá mucho que hablar de él. Pero ella sigue hablando.
-¿Pudiste ver su obra cuando la trajeron al Cubo?... decepcionante, trajeron, posiblemente lo peor que había hecho...
-Pues sí... la verdad que fue dececiponate.
-¿Qué?
-Digo decicio... dece, dececionante, eso...
Toso nuevamente, trago saliva y prosigo.
- La estuve viendo el basado, digo el sábado...un horror, la verdad.
-¿El sábado?, ¿Que vistes el sábado la obra de Helmunt en el Cubo? Pero si esa exposición fue hace dos años...
Me veo empequeñecer , mas de un metro, la cabeza a mil por hora, optando entre decirle que los canapés estaban deliciosos, disculparme que tenia que ir al servicio, fingir un ataque cardiaco o mantenerme firme, con la mirada clavada en el cuadro, como si nada hubiera pasado. Y así me quedé. Sin decir nada, mientras nuevamente me secaba el sudor con el billete de cinco euros. Patético. Lo sé, no tengo perdón.