Facebook - Obsesión - Adicción... Uy,uy,uy

He estado buscando , cual era-es la esencia adictiva concreta, que provoca que estemos constantemente pendientes-dependientes del Facebook de marras. El libro “Faceboom” me ha dado algunas respuestas a los interrogantes que se esconden detrás de  este  fenómeno de masas. El libro de Juan Faernan de forma divertida e irónica analiza sobre los alcances, ventajas y desventajas de la famosa “red social”. No es fácil encontrarlo en Pamplona, aunque también lo venden por Internet. (12 euros, 125 páginas). Si alguien tiene interés por echarle un vistazo se lo dejo, eso sí,  a cambio de una cerveza no virtual, en la terraza de un bar, que tampoco sea virtual, “mirándonos a los ojos”, como personas no virtuales. (¡Ja! ¡Toma ya!)
En ese libro viene un artículo de la escritora Valeria Iglesias, que se pregunta  por qué sigue entrando en Facebook a pesar de no encontrarle una utilidad precisa. (http://absurdayefimera.blogspot.com/)
Tengo que reconocer que me sentí plenamente identificado en el artículo y que llegué a ruborizarme al leerlo. Así somos. ¡Que le vamos a hacer!.

¿QUÉ ESTOY PENSANDO CUANDO ENTRO EN FACEBOOK? (Valeria Iglesias)

¿Que qué estoy pensando? Que tengo un montón de curro atrasado, pero ya que estoy conectada me asomo un segundo. Leo lo último que han publicado mis amigos, los que conozco en persona y los que no.

Reviso las invitaciones a eventos, sugerencias, club de fans y a casi todo digo «sí». A veces, cuando estoy un poco más reflexiva me pregunto de qué sirve decir a todo «sí», si a la larga es lo mismo que decir a todo «no». Entonces, me pongo más juiciosa y me invento parámetros para aceptar o declinar.

Escribo una frase que de alguna manera refleje mi presente inmediato (¿existe otro tipo de presente?). Lo hago a conciencia de que quiero que a otros les guste y la comenten. Es como ser un blogger express. De todos modos, evito caer en la originalidad pretenciosa. Sí, es un prejuicio, y no estoy más allá que el resto, pero me irritan ciertas poses, me recuerdan a los nombres creativos de los pubs que florecieron en barrios de moda hace un tiempo.

Cuando me doy cuenta de que ya perdí más de cuarenta minutos, pienso que había un millón de maneras más interesantes de perder el tiempo. Pero nunca publico frases que expresen eso, también esas poses me molestan. Después de todo, elegí perder el tiempo en Facebook.

¿Que qué estoy pensando? Que le escribí un email hace un día y todavía no me lo ha contestado. Está bien, es fin de semana; puede ser que haya salido y no haya tenido acceso a un ordenador. Sin embargo, existe Facebook. Por eso entro en su perfil y ahí lo compruebo. El muy crápula se la ha pasado escribiendo chorradas de esas que más arriba he dicho que parecen nombres de pubs de moda, pero no ha tenido tiempo para contestarme.

¿Que qué estoy pensando? Que me miento. Me creo que tengo Facebook como herramienta para difundir mis actividades comerciales y artísticas. Publico mis eventos. Tengo otro motivo más para entrar un segundo nada más: ver cuántos piensan asistir. ¿Habrán sacado ya el porcentaje de gente que habiendo cuqueado «Asistiré» realmente se apersona en un evento? No hay más ciego que el que no quiere ver. Nunca subestimes el poder de la negación. Me miento, me miento, me miento. Sé que muchas veces digo a todo que sí. Incluso sin ver qué, cuándo, ni dónde. Como si pudiese ser Dios y estar en todos lados al mismo tiempo. ¿Por qué los demás no habrían de hacer lo mismo? Hasta ahora, apenas un 1% de los que pusieron «Asistiré», asistió realmente.

¿Que qué estoy pensando? Que entro porque estoy aburrida, mi vida no tiene sentido: en este mundo de poses no me permito a mí misma tener una pose. Miro su muro y compruebo, una vez más, que no ha tenido tiempo de contestar a mis mensajes. Insisto en publicar eventos a los que asisten otros que también tienen Facebook pero no están entre mis contactos. Y encima, me han etiquetado en una nota en la que nadie habla de mí. Tal vez sea la crueldad más grande de este desfile de egos.